lunes, 17 de agosto de 2009

Memorias de un niño en el Madrid de mediados del siglo XX - IV


En los paseos por la ciudad o por los parques de Madrid, no era nada raro el que saliesen al paso, principalmente de las familias con niños o las parejas de novios, los fotógrafos “al punto”, que con su máquina, su trípode y, sobre todo, su labia, convencían a los transeúntes para que inmortalizaran su imagen, como en la fotografía de la izquierda, en que aparezco con mis padres hecho un verdadero “guiri”, con gafas de sol incluidas.

En un orden menor, también era muy importante para la infancia el mantener estructurada la temporada de cada uno de los diferentes juegos; las bolas, las chapas, el tacón, etc., eran cosas muy serias, que había que programar en su inicio y cierre de campaña. Recuerdo que las bolas las hacía de forma artesanal amasando barro y cociéndolo en el horno de la cocina económica de casa; las que no estallaban, quedaban a prueba de campaña (aunque hay que reconocer que, en algunas, la forma esférica no era lo más perfecta que se pueda imaginar); los que tenían bolas de cristal, eran considerados como seres superiores, e intentábamos por todos los medios lícitos (apuesta en el juego del “guá”, trueque, etc.) el hacernos con alguna de éllas. En cuanto a los tacones, el abuelo de Rafi era un buen proveedor al tirar los tacones viejos que cambiaba a sus parroquianos. Las chapas eran cosa aparte; las buscábamos con afán por el suelo de las terrazas o merenderos, de los que los más famosos del barrio eran el “Airiños” (que tenía también pista de baile para los mayores) y “La Casuca”. Las más habituales eran las de las botellas de cerveza y las de los pocos refrescos que circulaban en aquella época, como el célebre Tri-Naranjus (fórmula del Dr. Trigo) en su botella con forma de tres naranjas unidas que acababan en el cuello alargado con su chapa al final (la Coca Cola y sus derivados no no se conocían entonces, ya que la "yankimanía" no había llegado aún a España, y aparte de los dichos, solo se consumía horchata, agua de cebada y zarzaparrilla en los puestos y horchaterías instalados al efecto).

Volviendo a las chapas, una vez conseguidas había dos formas habituales de juego; el “fútbol”, donde se llegaba a forrar las chapas con tela y se pegaban las cabezas de los futbolistas del momento que aparecían en los cromos, adaptando a la que hacía de “guardameta”, normalmente, un tapón de corcho para que pesara más y aguantara los disparos de los “delanteros”, y el “ciclismo”, donde, en un circuito hecho en la tierra, con sus etapas de “montaña.” y todo, se celebraban tanto el “Tour” como la “Vuelta”, dependiendo de la época del año en que se efectuara el juego.

Por supuesto que existían también otra serie de juegos que venían de tiempos anteriores, como el aro, el diábolo (éstos necesitaban, como es lógico, el aparato correspondiente), así como los clásicos infantiles de toda la vida: el escondite, el escondite inglés, el rescate, tú la llevas (“tula”), pídola, juegos de guerra con espadas y arcos de madera hechos por nosotros mísmos, etc., con lo que los niños no teniamos tiempo material de aburrirnos.

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